martes, 1 de mayo de 2012

LA REALIDAD DEL RITUAL


Lentamente pingüinos y barbies caminan por los corredores de la iglesia, van alineados como elefantes a presenciar el ritual al que muchos, asistimos simplemente por cumplir con la familia y, es más, quedar bien con algunos.

Padrino y madrina esperan con ansias al pequeño en sus brazos para poder darle su bendición y, de alguna forma, darle su cuidado; aunque más bien, están pensando en la farra gloriosa a pegarse a continuación en la casa de los padres del guagua.


El director de orquesta entra en la sala principal y, mientras algunos pingüinos afinan su corbata, pide a viva voz que todos tomen sus puestos. Mientras él recita libremente cada una de sus pollas copiadas en papel, y aburre a unos cuantos, hasta derivar en el sueño profundo derramado en las bancas, otros miran atentos sin pestañear.

Solo el momento de llamar a los papas del guagua y presentar al susodicho frente a todos, unos alzan sus cabezas y las fotos llueven como que fuera el más famoso de los bebés y los paparazzis abundan frente al altar mayor.

Riegan unas cuantas gotas de agua sobre el niño, que no sabe ni por qué y que más grande, cuando crezca, lo cuestionará todo; y todos aplauden enardecidos por el clímax de quitar el pecado de un niño, que solo es excusa para dar rienda suelta a los pecados más ocultos de los concurrentes a la ceremonia.

Pingüinos y barbies salen de dos en dos, y mientras felicitan a los papas del “celebrado”; unos cuantos ya van pelando el ojo a las invitadas y otro poco va desfilando a los autos para ir a la casa ceremonial, sin antes hacer una parada obligada en la licorería más cercana.

Es así como padre, madre, padrino, madrina e invitados, dan rienda suelta a la comelona y a la chupadera que no para hasta “ver a Dios” como algunos dicen; sin saber que el guagua ni idea tiene del porqué a él, le dejan lloran por tanto relajo y ni bola le paran.

Después de la bailanta unos cuantos se despiden, mientras otro poco no deja de hablar de años perdidos, tiempos aquellos y amistades; sin faltar la típica pelea sobre un tema político, religioso o social, que denota en el enojo de algunos que prefieren ir a chismear por otro lado.

Ya llegada la madrugada todos los primos descansas hacinados en una misma cama, mientras los padres duermen en los sillones y otros bailan las cumbias de antaño recordando sus mejores bailes y con los que se hacían los levantes.

Así termina uno de los rituales más populares en nuestra querida patria, y uno de los más recordados para los papás del guagua.

Por: Paúl Sánchez Páez

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